-Grabación perfecta –sonrió Len levantando el dedo pulgar-. Sólo tengo que hacerle un par de arreglos más –le sonrió y acarició su mejilla-, me encanta tu voz.
Rin sonrió y dejó el cuaderno en el escritorio.
-Me voy a bañar, Len –sonrió alegremente-. También cantas muy bien…
-¡Estoy en casa! –se escuchó desde el primer piso.
-¡Bienvenida! –dijeron al unísono los hermanos.
Rin se apoyó en el marco de la puerta esperando que su madre terminara de subir las escaleras. Tenía varias bolsas en las manos y se la veía realmente cansada. Tenía el cabello castaño cortado a la altura de la nuca y llevaba puesto un traje rojo. Rin se acercó para ayudarla con las bolsas.
-Hola, corazón –besó la frente de su hija- ¡Len, ven a ayudarnos un momento!
Él salió de su habitación un poco molesto pero tomó todas las bolsas que Rin le dejó tomar. Las llevaron al cuarto de su madre al final del pasillo. Ella se desplomó en su cama de dos plazas y se quitó los zapatos de taco alto suspirando.
-Al fin en casa –se incorporó en la cama-. Esa bolsa es para ti, Rin y esa otra para ti, Len –sonrió-. Me pasé por el centro comercial hoy, espero que les gusten, es sólo ropa –se quitó el saco y se lo dio a Rin que lo colgó en el armario-. Escúchenme un momento, por favor –dijo antes de que ambos salieran de la habitación para que su madre se cambiara- . Esta noche tengo una reunión de la oficina ¿Len, te encargas de la cena, cariño? –Él se encogió de hombros sonriendo.
-No hay problema, iba a hacerlo de todas formas –miró a Rin que tenía el ceño fruncido- ¿Te molesta? –inquirió extrañado.
-No es eso –dijo molesta y miró a su madre que estaba quitándose los anteojos-. Má, te lo había dicho esta mañana ¿Recuerdas? –resopló- Esta noche Kaito viene a cenar y…
-¿¿Qué?? –Len tomó el brazo de su hermana- ¿Por qué no me lo dijiste? –ella suspiró.
-Porque no encontré la mejor forma de hacerlo –su hermano frunció el ceño- ¡Vamos, Len! ¡Sabía que ibas a empezar una escena!
-¡¿Por qué crees que voy a hacer una escena porque tu noviecito viene a cenar a casa?! –resopló- ¡Lo único que debes hacer es decir “el inútil de Kaito viene hoy ¿tienes algún problema, Len?”!
-¡Porque es exactamente lo que estás haciendo en este momento!
-¡Esto no se trata de que el venga o no! –su hermana levantó una ceja- ¡Claro que no! ¡Es porque me lo ocultaste toda la tarde! ¡No íbamos a ocultarnos nada ¿Cierto?! –se cruzó de brazos.
-¡“Todos tienen derecho al menos a tener un secreto”! ¡¿No es así?! –pateó el suelo.
Len la miró realmente molesto, desafiándola con la mirada.
-Chicos… Chicos –Su madre se llevó una mano a la sien-. Tuve un día realmente difícil, lo único que me falta es llegar y escucharlos discutir. Seriamente me duele la cabeza, pido tregua ¿quieren? –ambos la miraron a ella y luego entre ellos, no aflojaron su postura pero tampoco siguieron discutiendo. Ella suspiró- Discúlpame, querida, con todo lo que estuve haciendo hoy me olvidé que me lo dijiste…
-No es justo, má, mañana vamos a cumplir 5 meses ¡y tú lo viste una sola vez!
-Lo siento, Rin, voy a tratar de llegar temprano para estar un rato con ustedes –suspiró al ver los rostros incrédulos de sus hijos- ¡Y llegaré sobria, lo prometo!
Rin la miró con una ceja levantada, suspiró y relajó sus brazos.
-Es lo más que puedo pedirte.
-Creo que no estás esperando que yo cocine esta noche ¿cierto? –miró Len a su hermana apoyándose en el marco de la puerta.
-No te daré la oportunidad de envenenarlo –resopló y salió de la habitación seguida por su hermano.
-¿Y? ¿A qué hora vendrá el convidado? –preguntó con falsa amabilidad haciendo zapping en la tele.
-A las ocho ¿alguna otra pregunta, Len? –dijo con voz acaramelada mientras revolvía una olla en la cocina. Él la ignoró y ella suspiró- Ayúdame un segundo, Len –él levantó la mirada, estaba apoyada en el pasaplatos con una cuchara y el pote de sal- ¿Cuánto tengo que ponerle? –él le dedico una mirada divertida y se levantó del sillón.
-¿Sabes qué? Lo olvidé –se encogió de hombros-. Tú eres la chef esta noche, sorpréndenos… -se dirigió a las escaleras.
-¡¿Sabes qué?! –la voz de su hermana sonaba nerviosa- ¡Eres un mal hermano!
-¡Como sea! ¡No te oí! –resopló subiendo- ¡Voy a bañarme!
-De acuerdo, cariño, ya te dejo el baño –respondió su madre saliendo con una toalla.
Rin esperó hasta escuchar que la puerta del baño se cerraba de un golpe. Bajó el fuego al mínimo, tenía tiempo hasta que el agua hirviera. Sigilosamente subió las escaleras cuidándose de que su madre no la viese, ella estaba cambiándose con la puerta de su habitación cerrada. Cruzó el pasillo en puntas de pie y entró en el cuarto de Len cerrando la puerta detrás suyo con mucho cuidado. Encendió la luz y recorrió la habitación con la vista. La conocía de memoria porque pasaba allí la mayoría del tiempo. Las paredes eran color crema con finas líneas grises. La cama a la derecha tenía el mismo juego de sabanas amarillas que la suya, desarmada por la guerra de esa tarde. Allí estaba el osito violeta que había sido de ambos cuando eran chicos. En la pared frente a la puerta estaba una ventana cerrada con las persianas y el escritorio con la computadora, al lado la biblioteca llena de libros y CD’s. La pared de la izquierda la ocupaba por completo el armario de madera. Rin se dirigió a él y abrió las puertas: el espejo de cuerpo entero, lleno de fotos a los costados. Observó detenidamente cada una: Una de principio del año escolar con todos sus compañeros de clase, ellos dos el invierno pasado comprando los regalos de navidad, otra cuando estaban en esas máquinas de fotos, una de cuando eran pequeños tratando de hacer un corazón con las manos, otra en su primer día de clases, ella sonriéndole, ambos disfrazados de gatos, una de sus padres. Rin se detuvo en la última, el último cumpleaños con Lily –su prima. Nada que delatara al amor secreto de su hermano, suspiró y se sorprendió al ver un papel doblado, lo tomó.
-“Len es el mejor hermano del mundo” –rió al reconocer la nota, no podía creer que todavía la guardara, ella se la había dado cuando habían aprendido a escribir. Suspiró.
Abrió os cajones, nada que ella no conociera… Ropa, zapatos, cuadernos… Abrió uno a uno, cuidándose de no perder ninguna hoja suelta: canciones, acordes, algunos dibujos sueltos, encontró una foto de ellos con Miku un día en el zoológico pero nada más. Cerró esa sección del armario y abrió la siguiente. En la puerta había pinturas suyas, ella revisó detrás de cada una… nada, en los estantes, entre la ropa… Nada. En su bolso de tenis… tampoco, sólo un papel arrugado con un número de celular, Rin se lo guardó en el bolsillo, averiguaría de quién era luego. Cerró el armario convencida de que allí no encontraría nada. Debajo de la cama había 3 cajones donde no obtuvo nada. En la mochila del colegio solo había cuadernos y dentro de su cartuchera sólo había un papel que decía “ya viste lo que te presté?”, Rin suspiró. Miró el escritorio: el celular. Volvió a chequear que la puerta estuviera cerrada y buscó en sus contactos: conocía a la mayoría. En las fotos no encontró gran cosa, gente conocida, ella… La sorprendió una foto de ella con Kaito en el parque del colegio.
-La sacaste desde el segundo piso –suspiró- ¡tramposo! –susurró.
-Len, corazón ¿Viste mi…? –Su madre entró en la habitación y se la quedó mirando, ella dejó el celular rápidamente en el escritorio- ¿Rin? ¿Qué haces aquí?
-Shh –suplicó con un dedo en los labios, se dirigió a la puerta-. Nada –se encogió de hombros-, sólo buscaba algo que Len me quitó…
Su madre elevó una ceja incrédula y ella volvió a encogerse de hombros saliendo.
-Si no me crees… -suspiró y comenzó a bajar las escaleras- Tengo que terminar la cena…
-Como quieras ¿Viste mi colgante? El que tiene una piedra roja…
-Está en la mesa del living…
-Gracias, amor –dijo bajando corriendo las escaleras-. Llego tarde…
Len salía del baño con una tolla envuelta en la cintura y el pelo mojado cayendo a los costados. Rin lo miró algo molesta por no haber podido encontrar nada que lo delate pero luego comenzó a reír.
-¿Qué? –preguntó extrañado. Ella se acercó y tomó el colgante de su hermano con la clave de fa.
-Volviste a bañarte con esto puesto ¡Se va a oxidar si lo sigues mojando! –rió y él golpeó su frente.
-Lo siento, siempre me olvido que lo llevo puesto –le sonrió.
Ambos se habían regalado esos colgantes cuando tenían 8 años. El de ella con la clave de sol y el de él con la de fa.
-Vamos –lo apuró palmeando su espalda-, te vas a enfermar si no te cambias rápido.
Él le devolvió la sonrisa y se metió en su cuarto mientras ella bajaba a la cocina.
Di, Mell, sigue, cierto? Sigue! Cierto!? Ta muy bueno ^^
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