18 de febrero de 2014

Incluso los lunes...

Hola!
Me da incluso verguenza aparecerme como si nada por acá, sé que estuve ausente por mucho tiempo y ninguna excusa es válida pero me gusta tratar de explicar.
La gente crece, a veces demasiado rápido. Yo creo que siempre tuve muchas responsabilidades encima, me considero una persona madura en ese sentido. En este último tiempo pasaron muchas cosas: terminé el secundario (que me requirió cierto esfuerzo por la exigencia del mismo), empecé a trabajar, mis tíos (casi como mis padres) se separaron después de 16 años juntos (que es casi mi vida), yo terminé una relación (o como se pueda llamar) por algo que me estaba haciendo daño, empecé la universidad (esforzándome por conseguir las mejores notas posibles), estuve dedicándole mucho tiempo a mis hermanos pequeños, me quedé sin computadora por un tiempo laaargo valiéndome sólo de mi celular para entrar a internet, traté de seguir cocinando para conseguir un ingreso extra y además apareció una persona demasiado importante en mi vida. Con todo sentí que este último tiempo estuve corriendo de un lado a otro, pasando los ratos libres acompañada con gente y cuando estaba sola no tenía demasiada inspiración para escribir porque estaba o mentalmente cansada o con ganas de hacer otra cosa: ver una serie, leer un libro... 

Tengo la teoría de que para poder escribir necesito tiempo y alguna presión sobre mí..  Parece irónico que cuando tengo que estudiar o presentar un trabajo tengo más ganas de escribir, tengo cientos de ideas y cuando tengo el lapiz y el papel a un costado no puedo ni escribir mi nombre. Será cuestión de adaptarme a los nuevos ritmos que tengo, hoy sí estaba inspirada y escribí un poco. Supongo que para la decepción de algunos, me disculpo, no avancé en ninguno de mis fanfics; tengo varios proyectos personales que también habían quedado en stand-by. Si ayuda de algo, para que no pierdan las esperanzas, si no las perdieron ya, hace unas semanas releí todo lo que tenía pendiente de actualización, no pude escribir porque estuve preparando un examen que tuve hoy mismo.
No crean que me olvidé de ustedes, no crean que dejé el amor por la escritura. Simplemente mi vida es un desorden, la trato de acomodar día a día para poder cumplir con las cosas que se me presentan urgentes, pero estoy intentando volver al ritmo frenético de antes, en el que me terminaba doliendo la mano de tanto escribir. No creo que me de el tiempo para eso pero por lo menos no abondono mis hobbies.


Voy a dejar una de las últimas cosas que escribí porque creo que es una buena catarsis y demuestra una porción (aunque muuuy escueta) de lo que es mi día a día.
Perdón de nuevo por las largas esperas, no pretendo excusarne porque sé que tuve tiempo pero no la cabeza para escribir demasiado. La disculpa también va dirigida a mi misma, ya que deje de lado por mucho tiempo una de las cosas que más adoro.


Incluso los lunes...

Un sonido molesto que pretende ser una melodía pacífica va penetrando en tus sentidos, haciendo que tomes conciencia de lo que está a tu alrededor. Te removés un poco sobre lo que tenés debajo y te sirve de almohada que, sin ser suave como una, preferís mil veces más. La melodía no frena y, en cambio, aumenta su volumen. Por tu mente pasan decenas de preguntas, es claro que no te estás esforzando en terminar con el letargo. “Soy Melina, estaba dormida, lo que suena es el despertador, esta es la cama de Dani…” Toda la información no tarda más de unos microsegundos en llegar a tu cabeza. En seguida fruncís la nariz  pensando que es demasiado temprano, que te acostaste demasiado tarde y que querés seguir durmiendo. Pero el sonido del despertador predeterminado de tu teléfono celular sigue sonando y es imposible seguir ignorándolo. Hacés un intento, aunque sabés que vas a fracasar, y sacudís un poco el cuerpo bajo el tuyo, apoyás la cabeza adormecida en el pecho, ese que te sirvió de almohada, que sube y baja lentamente con la respiración del sueño profundo; incluso lo escuchás roncar un poco y te preguntás cómo puede seguir durmiendo con el sonido del despertador; volvés a sacudir un poco su brazo esperando como respuesta que apague la alarma pero es imposible, ya sabías que no se iba a despertar así. Suspirás un poco, resignada y te estirás como podés sobre él, que duerme boca arriba en la cama que es demasiado chica para dos personas tan altas. Él no te suelta, te mantiene abrazada con uno de sus brazos como hizo toda la noche, sin dejarte sola, manteniéndote cerca, protegiéndote incluso de tus propias pesadillas. Amás ese detalle aunque ahora te esté dificultando la tarea de apagar el maldito despertador cuya melodía volvió a empezar y sigue aumentando de volumen. Con un último esfuerzo conseguís hacerte con el teléfono que parecía a propósito dejado en la esquina más alejada de la pequeña mesa cargada de mangas y la PlayStation. Lográs apagar la melodía ya casi sentada en la cama a su lado y se te ocurre la tentativa idea de volverte a dormir, de acomodarte de nuevo apoyando la cabeza en su pecho, dejándote abrazar descansado una mano en su costado, sumándote a la respiración pausada… Pero sabés cómo funciona, es lunes y hay que ir a trabajar, sabés que es casi tu deber despertarlo a él. Sonreís con cierta decepción por no poder volver al mundo de los sueños y te inclinás sobre él para observar cómo duerme plácidamente antes de tener que interrumpirlo. Notás qué tan relajado está y la sonrisa se te ensancha un poco más, te gusta. Dejás un beso en la punta de su nariz, otros dos en cada una de sus mejillas, en su frente, en la comisura de sus labios… Él frunce el ceño en sueños y se remueve un poco. Reís un poco y seguís molestándolo con besos suaves en la oreja, los labios, los párpados hasta que él abre los ojos molesto abandonando de una vez la somnolencia y vuelve a ablandarse su expresión; y también sonreís, sonreís contenta mirándolo a  los ojos que tanto adorás y vuelven a saludarte. “Holi” susurrás despacio y él te responde con un beso cálido que significa “buenos días”, que significa “estoy feliz”, significa “te quiero”. El beso termina en un abrazo y volvés a estar acomodada junto a él, respirando en roce con su cuello y volvés a sentir su respiración lenta y sabés que va a volver a dormirse. “No, es lunes, hay que ir a trabajar” insistís con un beso en su cuello. Reconocés un segundo de duda en él, también está evaluando la posibilidad de continuar durmiendo, algo que ya hiciste un minuto atrás por tu cuenta, te removés para animarlo a levantarse y él suspira y lo hace. Te quedás acostada en la cama y él te acomoda un poco el pelo mientras sonríe, resignado se va al baño cerrando la puerta despacio.
En ese momento cerrás los ojos y pensás en qué insulsa es la almohada porque lo preferís a él, en que hace un poco de frío estando destapada, en que está tardando un poco más de lo normal en el baño. Lo siguiente de lo que sos consciente es que te está llamando de forma suave y te sentás en la cama sobresaltada porque sabés que te quedaste dormida. Él se ríe y te deja un beso en la frente con cariño, ya está duchado, con los dientes limpios, afeitado y cambiado. “Hermosa” te dice y te hace sonrojar, sabés que no es verdad: estás despeinada, con el maquillaje que no te sacaste a la noche corrido, las lagañas en los ojos y tenés las marcas de la tela de la almohada en una de las mejillas, pero él te lo dice siempre y te asegura que no te miente. Se quedan viendo unos segundos hasta que él reacciona primero y te recuerda que es lunes. Tomás tu neceser del armario lleno de ropa masculina y vas a prepararte lo más rápido que el sueño te lo permite.
Cuando volvés a la habitación él no está, te cambiás doblando la ropa que él te prestó para dormir y recién cuando te estás poniendo los zapatos él aparece haciendo malabares con dos tazas de café con leche y un plato con dos porciones de torta. Lo ayudás a dejar las cosas cobre el escritorio y él suspira. “Tendríamos que salir ya” dice resignado sentándose en la silla para tomar su taza y alcanzarte la tuya, ambos ríen un poco, siempre se puede correr más rápido si es por pasar el desayuno juntos. Porque son esos pequeños detalles los que más se aprecian, por los que estás segura de poder afirmar “Para siempre”.
Incluso en las mañanas de un lunes él es capaz de alegrarte la vida.

Neko