-¡Vamos, Len, arriba! –lo sacudió Rin- ¡Vas a llegar tarde si no te comienzas a preparar! –Len se tapó el rostro con la almohada. -Déjame, Rin…
-¡Len! ¡No me hagas tirarte un vaso con agua!
-Cinco minutos más, Rin, ya me levanto…
-¡Eso me dijiste hace quince minutos! –tiró de las sábanas para que el frío lo despertara.
-¿Qué hora es? –dijo con voz pastosa.
-Las nueve menos cuarto…
-¡¿Qué?! –se sentó en la cama de golpe.
-¡Es lo que trataba de decirte! –Rin contuvo la risa.
-¿El despertador no..? –Len se dio cuenta que ella estaba tratando de no reírse- ¿Qué?
-Lo siento, es que tienes todo el pelo parado –Len se alisó con la mano lo que pudo-. Perdón, Len, cuando sonó el despertador lo apagué para hacerte el desayuno y pudieras dormir un poco más… -Él se levantó y abrió su armario apresuradamente buscando su ropa de tenis- En la silla del escritorio…
Él tomó la ropa y se dirigió a la puerta apurado, pero al pasar por al lado de su hermana se detuvo para besar su frente.
-Gracias, Rin, eres un ángel…
-¡Apúrate! –Len se metió en el baño corriendo.
Rin bajó a la cocina corriendo también. Metió la botella de agua y la toalla de su hermano en su bolso y lo dejó en la entrada junto a sus zapatillas de tenis. Miró el reloj, si desayunaba rápido llegaría a tiempo. Suspiró, cuando su hermano se fuera volvería a la cama… No tenía mucho tiempo antes de tener que salir a encontrarse con Kaito pero al menos dormiría media hora más…
Len bajó corriendo las escaleras mientras se ataba el pelo sin prestar atención.
-Déjame a mí –Rin le quitó la coleta de las manos mientras él se sentaba en el desayunador de la cocina.
Len no se tomó mucho tiempo para masticar la tostada y tampoco esperó que se enfriara el café. Lo más rápido que pudo dejó el plato en el fregadero.
-¿Sabes dónde está mi bolso?
-Preparado al lado de tus zapatillas…
-¡Gracias, te amo! –abrió la puerta y se giró para saludarla con la mano- ¡Nos vemos en el almuerzo! –ella le sonrió.
Len tomó la bicicleta que estaba estacionada en la puerta y comenzó a pedalear, sólo entonces se permitió ver la hora y suspiró. Las nueve en punto, llegaría a tiempo al club, tenía suerte.
Por suerte había llegado antes que su hermano, suspiró mientras se sacaba las zapatillas y dejaba colgado el abrigo. Subió las escaleras corriendo para tirar su bolso en su cuarto.
-¿Mamá? –de su habitación se oyó un quejido- ¡Estoy en casa! –no recibió respuesta pero supo que ella decía buenos días a su manera.
Bajó a la cocina y prendió una hornalla, debía preparar algo antes de que llegara su hermano, optó por hacer una sopa de arroz y unos sándwiches. Puso a hervir el agua y echó la sal. Len llegaría en cualquier momento. Metió la mano en el bolsillo y sacó su celular donde había agendado el número que había encontrado en el bolso de Len. Sonrió para sus adentros por haber metido de nuevo el papel esa mañana. Marcó el número y esperó…
-¿Hola? –oyó una voz femenina del otro lado pero no pudo reconocerla, parecía que estaba masticando algo.
-Hola, ¿Puede ser que haya recibido una llamada de este número esta mañana? –su voz sonaba lo más inocente posible.
-No lo cre… ¿Rin-chan? –preguntó la otra voz extrañada, escuchó que tragaba- ¿Kagamine Rin?
-¡Teto! –exclamó extrañada ella su vez- Sí soy yo…
-Qué raro, yo no te llamé esta mañana, debes haberte confundido de número, Rin-chan…
-Es lo más probable, discúlpame, Teto, nos vemos mañana, tengo que terminar de cocinar…
-Por supuesto, Rin-chan, nos vemos mañana, bye! –colgó.
Rin se quedó mirando el teléfono extrañada. Teto nunca había sido la preferida de su hermano, él le había dicho que le parecía un poco gritona. Quizás no era ella, quizás sólo había guardado el número porque lo encontró o algo así. Revolvió el agua y colocó el arroz.
-¿Qué estás cocinando, Rin? –su madre bajaba las escaleras con el bolso en la mano, bebiendo una taza de té en la otra.
-Sopa –la miró de forma severa-. Todavía no te perdoné por lo de anoche… -Ella se atragantó.
-Es cierto –suspiró y dejó la taza en el fregadero-. Fui muy tonta al aceptar tomar unos tragos, me olvidé por completo de todo lo que vendría después ¿Dije muchas tonterías?
-Nada grave, pero me lo habías prometido –suspiró revolviendo la sopa.
-Discúlpame, cielo, no volverá a pasar –torció los labios-. Soy una pésima madre…
-No volverá a pasar porque no te lo volveré a pedir…
-¡Estoy en casa! –Len se estaba sacando las zapatillas en la entrada.
-Bienvenido- respondieron al unísono.
Len estaba realmente transpirado y se dirigió directo a la heladera. Su madre tomó unos sándwiches pre-hechos y se encaminó a la puerta.
-¿No comes con nosotros? –inquirió Len mientras abría una lata de refresco.
-No, amor, estoy llegando algo tarde a mi clase de yoga –se puso los zapatos-. Nos vemos a la noche, chicos…
-¿Qué estás preparando? –preguntó él ofreciéndole refresco. Ella negó con la cabeza.
-Sólo sopa –arrugó la nariz-. Hueles mal ve a cambiarte –él puso los ojos en blanco.
-Voy a salir de nuevo en una hora, Rin –sin embargo subió las escaleras de a dos en dos.
Rin estaba sirviendo los platos cuando el bajó con una remera limpia y la cara empapada.
-Podías secarte, Len, hay muchas toallas en el baño –suspiró su hermana alcanzándole su plato por el pasaplatos.
-Tengo calor aquí dentro –él puso las cosas en la mesa-, hoy no hace tanto frío, deberíamos apagar una de las estufas…
-Que vengas acalorado no significa que no esté fresco, Len –se sentó en la mesa frente a su hermano.
-Puede ser –sonrió sirviéndole jugo-. Buen provecho- brindó con ella que le sonrió.
-Len… -él levantó la vista mientras soplaba la sopa- Anoche dijiste que si tuvieras la oportunidad no te le declararías a la chica misteriosa…
-¿”Chica misteriosa”? –repitió- ¿sigues con lo mismo, Rin? Te pedí que te olvidarás del tema…
-No es tan sencillo, Len ¿Por qué harías algo como eso?
-Simplemente porque no debo, Rin –tomó un poco de sopa y se limpió con la servilleta-. Ahora simplemente olvidémonos del tema…
-Pero no es justo, Len –protestó-. Realmente estás enamorado de la chica misteriosa ¡Se te nota en los ojos! No puedo dejar que simplemente la dejes ir…
-Rin…-tomó su mano a través de la mesa- No te preocupes por eso ¿quieres?
-Pero… -él le señaló la sopa.
-Se te va a enfriar –él tomó el plato y bebió lo último que quedaba- ¿Hay más?
-Sírvete, queda en la olla –dijo con tono ofendido. Él la despeinó- ¿Sabes? Alguna vez deberías seguir tus impulsos... –él bufó.
-¿Vas a seguir poniendo puchero todo el día? –le dedicó una mirada severa.
-Yo sólo trato de ayudar, Len…
-Ya lo sé, la mejor forma es olvidándote de la Chica Misteriosa, eso me ayudaría a hacerlo también…
-¡Len! –insistió ella.
-Basta, Rin, cambiemos de tema…
-No quiero…
-Estás siendo caprichosa… -se sentó con el plato lleno de nuevo- ¿Y ese collar? –señaló con la cuchara una cadena con un dije en forma de candado.
-¿Mmm? –Rin intentó ocultarlo dentro de la remera- No es nada…
-¿Rin? –levantó una ceja un poco ofendido porque tratase de ocultarlo. Ella suspiró.
-Me lo regaló, Kaito por los cinco meses…
-¿Eso no es hoy? –miró el cuello de su hermana molesto- ¿Dónde está la clave de sol?
-La guarde en mi habitación…
-Así que prefieres lo que te da él ¿Cierto?
-¡Len, no tiene nada que ver!
-¡Tratabas de ocultármelo!
-¡Porque ya sabía cómo te pondrías, Len!
-¡También me ocultaste que hoy saliste con él! –la miró indignado- ¿Por qué, Rin?
-Len, ya sabía cómo reaccionarías…
-¡Me iba a enterar tarde o temprano ¿no? ¿No era más sesillo decírmelo?! –Len se levantó de la mesa y subió las escaleras ofendido.
-¡¿Qué te sucede, Len?!
-¡¿Sabes qué?! ¡Quizás Kaito tenga razón! ¡Quizás sólo estoy celoso! –cerró la puerta de su habitación de un golpe y se tiró en la cama.
Tomó su colgante y lo giró entre sus dedos. Recordaba a la perfección cuándo los habían comprado, suspiró. Estaban en una tienda buscando un regalo para su madre cuando los vieron, a ambos les habían encantado, esa tarde él había ido a escondidas de su hermana para comprarle uno y se encontraron en la tienda. Rió ante el recuerdo. La puerta se abrió y Rin asomó la cabeza.
-¿Puedo?
-Escúchame, Rin, lo siento ¿Sí? Últimamente lo único que hago es comportarme como un idiota –ella se encogió de hombros sentándose a su lado en la cama.
-Un poco, sí… -él tiró de su oreja suavemente- Pero fui yo la que te lo oculté, perdón –suplicó-. No iba a quitarme tu colgante para siempre, es sólo por hoy que cumplimos meses, no pretendía quitármelo mucho más –se llevó la mano al cuello-. Me siento desnuda sin él –le sonrió. Él rió y se sentó. Rin se apoyó en su hombro.
-Rin… ¿Cómo sabes que Kaito es el indicado? –inquirió lleno de curiosidad.
-No lo sé –rió-. No creo que Kaito sea el más indicado -Len la miró confuso.
-¿Cómo es eso?
-Por el beso –sonrió-, creo que cuando bese a la persona indicada será especial, no lo sé –rió.
-¿Cómo fuegos artificiales o mariposas en el estómago? –ofreció las opciones riendo.
-No te burles –lo codeó-, seguramente algo como eso. Kaito se le parece bastante pero no es exactamente lo que quiero decir… -Len bufó y ella lo miró a los ojos con inocente curiosidad- Siempre me pregunté qué pasaría si nos besáramos nosotros dos… -Len apartó la vista bruscamente.
-Sucedió cuando éramos pequeños ¿recuerdas? Ahí tienes la respuesta… -Rin lo codeó riendo.
-¡Eso no cuenta! Eso fue un completo accidente y en ese momento yo no pensaba en estas cosas –suspiró y se levantó de la cama- ¿Vas a querer algo de fruta? Supongo que la sopa no te llenó lo suficiente y debes volver a salir en seguida…
-No… -negó con la cabeza- No, gracias, Rin…
-Bueno, te espero abajo –Rin salió de la habitación estirándose.
Len la miró confundido. “Siempre me pregunté qué pasaría si nos besáramos nosotros dos”, sacudió la cabeza y tomó la campera de su conjunto de tenis… “¿Sabes? Alguna vez deberías seguir tus impulsos...”. Algo similar a una descarga eléctrica le recorrió la espalda llevándolo a bajar corriendo las escaleras.
-¿Qué sucede, Le..? –Rin estaba parada al lado de la mesa cuando su hermano se acercó y la besó suavemente en los labios- Len... –Rin se llevó una mano a los labios sorprendida.
Su hermano tomó su bolso y se dispuso a ponerse las zapatillas.
-Misterio resuelto –suspiró él saliendo a toda velocidad de la casa.