Sé que aun tengo a Len en el hospital en el otro fic... pero todavía estoy escribiendo eso, van a tener que tener más paciencia, lo siento...
#6: “La dama que vio la realidad incolora”
Abrió la puerta el shoji sonriendo felizmente. No se
había sentido tan viva desde hacía mucho tiempo, como una niña pequeña que
descubría cosas nuevas, sentimientos, y ganas de vivir. No podía explicar por
qué pero lo sentía.
-¡Señorita Rin!-una de las criadas corrió a su
encuentro-¡Señorita Rin! ¡Gracias al cielo!-tomó sus manos examinándola de
arriba abajo y deteniéndose en sus pies embarrados-¡Está helada, señorita!
¿Dónde estaba?
-¡Rin! –un hombre alto y robusto entró a la habitación
con el ceño fruncido.
-¡Padre! –sonrió corriendo hacia él dispuesta a
contarle lo feliz que se sentía.
Él la observó furioso cruzándose de brazos.
-¡¿Dónde te encontrabas a estas horas?! ¿Crees que es
momento de llegar?
-Lo siento pero…-aun no abandonaba la sonrisa
-¡Nada de “pero”, Rin! ¡Una mujer como tú,
comprometida, no puede estar a solas afuera hasta tarde! ¡¿Qué pensarán de ti si
te ven?!
-¡Padre!-suplicaba por ser oída por primera vez. Esta
actitud no le agradó a su padre, ella debía seguir siendo un títere, una muñeca
fácil de manejar; por lo que frunció más el ceño y alzó la voz.
-¡Basta, Rin! ¡Escúchame! –ella lo observó triste, con
crecientes ganas de llorar, ella quería contarle, hablar, que la dejaran
compartir su felicidad por una vez.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? –un hombre joven, de largo
cabello violáceo recogido a la altura de la nuca en una coleta que dejaba caer
algunos mechones sobre su rostro entró a la habitación vestido con un yukata de
costosa seda y mostrando una tranquila sonrisa aunque sus ojos mostraban cierta
preocupación.
-Oh-se giró el hombre al oírlo- Siento haberlo
molestado, Gaukupo-sama…
-No se
preocupe, Kagamine-san, no hay nada que sentir…-ladeó levemente la cabeza y le
sonrió a la chica-¿Damos un paseo por la galería, Rin?